domingo, 15 de diciembre de 2013

ÉTICAS MATERIALES Y ÉTICAS FORMALES


 

En lo que a la distinción entre éticas materiales y formales se refiere, la clasificación procede de Kant. Las éticas materiales afirmarían que el criterio de moralidad para enjuiciar cuándo nos hallamos ante acciones o normas morales puede explicitarse mediante enunciados con contenido, puesto que estas éticas suponen que hay un bien, un fin o un valor determinados a la base de la moral; ya se trate de un bien ontológico, teológico, psicológico o sociológico, lo primero que una ética de este tipo debe emprender es la tarea de descubrir el bien, fin o valor supremo, definiéndolos en su contenido. A partir de ello es posible extraer criterios de moralidad con contenido.
   Por tanto, las éticas materiales se ven obligadas a estar subordinadas a disciplinas distintas de la propia ética. Aquello que constituye el fundamento de lo moral se concreta por medio de la ontología, la teología, la sociología o la psicología empírica del sujeto, pero no a partir de la moralidad misma. Esta es la razón del rechazo kantiano a todo fundamento de la voluntad que no sea la ley moral misma, como expresión de "lo moral" en el hombre: ésta es la revolución kantiana en materia moral, y no tanto el deseo de evitar el problema de la variabilidad en los contenidos morales. Las éticas materiales son heterónomas, mientras que la propuesta kantiana apuesta por la autonomía de la voluntad y, en consecuencia, por una ética autónoma con respecto a otras disciplinas. Pero esta autonomía sólo puede lograrse si la ética abandona su carácter material y adopta una perspectiva formal.
   Las éticas formales no hacen, pues, depender el bien moral de un contenido, sino de la forma de unos mandatos. Aquellas normas que revistan una determinada forma son las que deben ser realizadas porque tienen la forma de la razón. En el caso de Kant, la forma racional de las normas se descubre cuando adoptamos la perspectiva de la igualdad (en un mundo de personas empíricamente desiguales) y de la universalidad) en un mundo de individuos dotados de preferencias subjetivas). La voluntad que adopta estas perspectivas en su obrar es autónoma frente a lo dado, y al mismo tiempo es netamente racional y netamente humana, puesto que es capaz de crear nuestro propio mundo humano(moral, jurídico, político, religioso) en medio del mundo empírico.



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